Guanacaste entre imaginarios sociales, otredad y migración
Jairo Jiménez Torres
Abril 2023
Introducción
Los imaginarios sociales son construcciones históricas que se entretejen dentro de una sociedad, creados por una serie de elementos de índole social, económica, política y cultural, que dan sentido de unidad a un conjunto de significados. No obstante, estos significados son muy difíciles de comprender en su totalidad, porque están influidos por un espacio-tiempo que configura momentos y realidades de forma transitoria, tienen que ver con las
“visiones del mundo”, con los metarrelatos, con las mitologías y las cosmologías, pero no se configura como arquetipo fundante sino como forma transitoria de expresión, como mecanismo indirecto de reproducción social, como sustancia cultural histórica. Tiene que ver también con los “estereotipos” (en cuanto que generan efectos de identificación colectiva), pero va más allá de las simples tipologías descriptivas de roles porque precisamente rompe la linealidad articulando un sentido. (Pintos, 2001a)
Según esta definición de Pintos los imaginarios sociales son esquemas construido de forma grupal por medio de los cuales se percibe una realidad. Pero además de percibir esa realidad se explica e interviene desde la “visión de mundo” desde la cual se configuran esos imaginarios, utiliza las instituciones sociales para reproducirse, en lo que Castoriadis (1975) Citado por (Eisemann, 2012, p. 83) llamó “el imaginario social instituido, el cual se conforma por las significaciones imaginarias sociales y las instituciones cristalizadas, asegurando en la sociedad la repetición de las mismas formas que regulan la vida en sociedad.”
De manera que, el imaginario social no es una cuestión individual, sino que es “la codificación que elaboran las sociedades para nombrar una realidad; en esa medida el imaginario se constituye como elemento de cultura y matriz que ordena y expresa la memoria colectiva, mediada por valoraciones ideológicas, auto-representaciones e imágenes identitarias” (Ugas 2007, p.49). La constitución de imaginarios sobre el ser costarricense dictadas desde la oligarquía cafetalera utilizó las instituciones educativas que existían en la época para promover una identidad colectiva, esa identidad colectiva se basa en una estandarización de pensamientos generadores de desigualdades, ya que establece una dualidad importante, el yo y el otro.
Eso implica que los imaginarios tienen una función psicosocial que según Sánchez citado por Escalona (2012), poseen tres funciones
la primera se refiere a la conservación de la sabiduría colectiva; la segunda consiste en propiciar una identidad colectiva a través de símbolos e imágenes que consolidan lealtades primordiales con la nación, la comunidad, el partido o la tribu; y la tercera busca facilitar una vía de escape ante las insatisfacciones y frustraciones de la vida contemporánea, trazando líneas de continuidad a través del tiempo y aferrándose a figuras y pruebas fundantes del colectivo(p. 331)
De manera que, cuando no hay una comprensión oportuna de los imaginarios y sus tensiones, las luchas por reducir o ampliar las desigualdades no podrán ser entendidas, como lo manifiesta Caggiano, ya que estos imaginarios y sus tensiones encuentran nicho en los procesos de reterritorialización. De manera que, el objetivo de este ensayo es mostrar cómo la conformación del imaginario de nación costarricense configura la “Otredad” de los guanacastecos[1]. Como reto me propongo mostrar un análisis del origen de esa desigualdad, mediante el estudio de identidades nacionales esencialistas. Para ello hago eco de las palabras de Sandoval (2002), que menciona que el estudio de esas identidades nacionales esencialistas está sustentado más que todo en un pasado idílico de democracia estable, blancura, y una próspera clase media.
Para lograrlo se analizan teóricos y teorías que muestran las realidades y subjetividades creadas en el imaginario social, donde se invisibilizan grupos que, por no cumplir ciertos patrones o esquemas, son los “otros”, aquellos que se repelen con el concepto de nación. Hay por lo tanto que comprender algunas coyunturas sociales que han dado origen al concepto de nación costarricense, al blanqueamiento imaginado y a los procesos históricos que han etiquetado a los que están fuera del Valle Central como los “otros”.
[1] Personas que nacieron en la provincia de Guanacaste
La construcción del “nacionalismo” costarricense
La conformación de la nación costarricense por medio de visiones de mundo, metarrelatos, cosmologías y cosmovisiones como lo planteo Pintos, ha sido un proceso generador de desigualdades dentro de la propia nación. La visión de mundo con la que se formó es la visión de una elite económica (oligarquía cafetalera) ubicada en un espacio-tiempo, con sus fronteras bien definidas que se perpetuó por medio del ejército de intelectuales y las instituciones educativas[2].
Para Jiménez (2002) “la nación se inventa bajo la hegemonía de la oligarquía cafetalera” (p.85), donde se define el ser costarricense desde una perspectiva irreal y utópica de un grupo dominante, lo que conlleva a que textos producidos desde las elites de poder expandieran su pensamiento y visión de mundo, esa oligarquía cafetalera que reinaba en Costa Rica en el periodo 1830-1900 principalmente, y que creó el imaginario sobre el ser costarricense en su discurso de una raza homogénea, exaltó la condición de ser europeo, y vislumbró su población como una extensión europea en Centroamérica.
Algunos de estos escritos de políticos e historiadores como Molina 1850, han sido materia de debate, ya que han reafirmado los nacionalismos a ambos lados de la frontera, como cuando Molina (1850) Citado por Sandoval (2002) menciona que Costa Rica estaba “habitada por alrededor de 100.000 habitantes “blancos” y 10.000 “indígenas” (p.58)”, invisibiliza este autor a los mestizos, criollos, negros y demás grupos no pertenecientes a las elites (especialmente en Guanacaste) que ya en una cantidad importante habitaban el territorio.
Sin embargo, existía una diferenciación en la conformación de la población en aquella época con las demás regiones centroamericanas, que por ningún motivo justifican la discriminación y xenofobia con la que se ve a la mayoría de centroamericanos, “después de la independencia de Costa Rica, la población estaba compuesta “mayormente por un tipo de etnia blanca que desciende de los países europeos. En Costa Rica, dicha etnia cuenta con un total de 94% de la población total, mientras Nicaragua y Panamá cuentan con 17% y 10% respectivamente, (Lim, 2012, p. 11). Estas características de país en palabras de (Sandoval, 2008), formó el orgullo de “ser único” de los costarricenses.
[2] La nación costarricense imaginada desde las elites del poder abarca únicamente el Valle Central de Costa Rica. Aunque reconozcan la existencia de grupos que forman parte de la nación fuera de este espacio, se consideran la otra Costa Rica
Ese orgullo de ser únicos en palabras del mismo autor , se expresa en frases como: ““somos la única sociedad en donde predominan los blancos”, “somos los únicos que logramos la democracia rural”, “somos los únicos que hablamos castellano en Centroamérica como los europeos”, “somos los únicos que tenemos una sociedad con paz y tranquilidad” (Jin, 2012, p. 11)”. Esto crea una división importante entre blancos, que se consideran a sí mismos descendientes directos de europeos y que gobernaban la nación con características como el individualismo, laboriosos y pacíficos; y los negros, mulatos, mestizos e “indios” que no se consideraban parte de Costa Rica, porque geográficamente estaban en la periferia, llámese Limón, Guanacaste y Puntarenas.
Esta utopía define a los habitantes del estado costarricense como
casi todos blancos, no habiéndose mezclado con los indios como en otras partes de la América española, y los pocos de color han venido sin duda de los Estados vecinos. Su carácter difiere mucho del de los habitantes de todas las demás partes de Centro América. Son industriosos, aunque no les gusta el trabajo rudo, cada familia posee una plantación de café o de caña de azúcar. (Dunlop, 1847, p. 45, Citado en Soto, 2008, p.235).
Ese imaginario de ser una extensión de Europa en Centroamérica se refleja de cierto modo en las estructuras que se construyeron en la época como el teatro nacional, cuyos materiales y mano de obra llegaron de este continente principalmente, aunque el diseño se dice que corresponde a ingenieros y arquitectos costarricenses es claro que se construyó pensando en las estructuras europeas.
Así que cuando se define al ser costarricense, se elabora en función de un parámetro europeo, se toma partida de una condición colonial, el eco desfigurado de lo que sucede en otra parte. Se asume la posición del colonizador y hasta se identifican con su ideología (blancos y hablan castellano) en clara alusión a un pensamiento de sumisión y de exaltación de un patrón mundial de explotación, abusos e impunidad, para Dunlop, el que no es blanco viene de los países vecinos o de la otra Costa Rica. Omite este autor que la población costarricense es y ha sido históricamente multicultural e intercultural, producto del mestizaje y las migraciones, porque diferentes colectividades de indígenas del territorio y más allá, mantenían estrechos vínculos comerciales y sociales entre ellos.
Los Bribris, Cabécar, Guatusos, Chorotegas, Corobicíes, negros, etc, son solo una muestra de la variada y amplia gama de grupos que compartían un territorio, pero que no estaban
incluidos en el proyecto nación y que quedaron marginados por la homogenización teórica del ser costarricense. Así que, el concepto de blanqueamiento de la población es muestra de un proceso colonizador europeo extendido como un imaginario por la institucionalidad, que vende la cultura occidental como el parámetro, el ideal de sociedad, lo culto.
Este pensamiento descalifica de forma contundente, el color de piel, el idioma, las creencias religiosas y la espiritualidad de los nativos de la región, porque desde el imaginario europeo son cuestiones vanas y fanatismos de grupos poco desarrollados e inferiores por su color de piel, costumbres y ubicación geográfica. Pero ese blanqueamiento imaginado
ofrece ventajas para llevar adelante el sistema prusiano, que no presenta ninguna sección de América: su población es homogénea: todos son blancos, todos hablan castellano: todos tienen iguales costumbres y lo mejor todos, a excepción del Guanacaste y Puntarenas están situados en una extensión de doce leguas. (Acuña, 2002, Citado en Soto, 2008, p.235).
Esa condición de homogenización, de una raza blanca y de cercanía geográfica creó un esencialismo costarricense que invisibiliza a los habitantes más allá de las fronteras del valle central n, por sus rasgos raciales, y su condición social. Pero dentro de las fronteras también invisibilizó a aquellos grupos que no hablaban castellano, el idioma del conquistador. Ese idioma castellano es producto de un proceso europeo colonizador violento, que desprestigió la cultura local, y borró algunos grupos étnicos, y que debe servir como a Calibán, no para maldecir sino más bien como herramienta para deconstruir la “otredad” con la cual mira occidente esta región.
Se ha contado la historia de la nación con un idilio europeo, de blancura y pacifismo, pero ese pasado ha sido violento y cargado de luchas internas por hegemonía, cuyo punto más alto desembocó en la guerra civil del año 1948, contradiciendo la postura de pacifismo que se predicaba. La conformación del estado costarricense ha estado marcada por disputas sociales, por un conjunto de hechos, y acontecimientos que forman un proceso histórico dentro del cual se enmarca una realidad nacional. Esta está marcada por luchas de territorio, localías, estructuración de un Estado basado en la división internacional del trabajo, una economía exportadora de café y banano donde la élite cafetalera juega un papel central en la conformación de la nueva realidad nacional, un estado independiente y soberano cuestión que no fue nada fácil.
El periodo comprendido entre 1821-1848 es el proceso de centralización política y adquisición de una soberanía plena, que desde la desvinculación de la Capitanía General de Guatemala enfrenta luchas por la conformación de un estado soberano, luchas de quienes preferían unirse al Imperio Mexicano y aquellos que preferían anexarse a alguna otra república. Todo esto derivó en enfrentamientos internos y en la primera Guerra Civil de Costa Rica en el año 1823. Y así entre luchas por localismos, luchas entre grupos poderosos de la élite cafetalera y conflictos armados se configura el Estado Costarricense.
Una Suiza no tan Suiza
El imaginario de blancura, pacifismo, neutralidad y estabilidad económica convirtió a Costa Rica en la “Suiza centroamericana”, en la Ciudad letrada de Ángel Rama, cuya condición esencial es que es, diferente del resto de regiones de Centroamérica que representa lo racional y el orden contra la otredad y el caos de lo que está fuera de ella, invisibilizando a una gran cantidad de grupos étnicos dentro del territorio y más allá, por no cumplir con los cánones de “blancura” y pacifismo desde los cuales se sustentó el proyecto nación.
Esto logró crear un imaginario de “Otredad” centroamericana y de excepcionalismo costarricense, que ni el uno ni menos el otro coinciden con la realidad. Para Kapuscinski, (2007) “el encuentro con el Otro, con personas diferentes, ha constituido la experiencia básica y universal de nuestra especie, experiencia que hemos resuelto recurriendo a una de estas tres estrategias: la guerra, el aislamiento o el diálogo (p. 11-12, 14-15)”.
Esa condición imaginada creó representaciones sociales de los “otros”, los “calibanes” (el deforme siervo salvaje que menciona Shakespeare y que ha sido colonizado por Próspero que encarna la sabiduría del hombre letrado proveniente de occidente) aquellos que no pertenecen al imaginario social, por lo tanto, pueden ser enajenados y “colonizados”, pero que son necesarios para dar soporte a la estructura de la nación, como lo fue Calibán para Próspero en la Tempestad.
Bajo esta premisa, Sandoval (2002) discurre en que las naciones “son consideradas no tanto como “comunidades”, sino como formaciones de diferencia y desigualdad (p.8)”. De la misma manera, para (Caggiano, 2015), “los imaginarios y procesos de clasificación social, están íntimamente vinculados con la dinámica de las desigualdades. Estas desigualdades se manifiestan físicamente, culturalmente o por cuestiones de género, credo, etnia o socioeconómicas, aquello que no calza con el concepto de nación[1].
Sin embargo, a lo interno de esa nación que nunca fue [la Suiza centroamericana] hay enormes disparidades económicas y sociales. Las regiones fuera del Valle Central son a través de la historia las más pobres y con menores indicadores sociales del país, cuestiones que son evidentes en la segunda década del siglo XXI como se evidencia en el siguiente cuadro.
[1] El concepto de nación es central para entender los procesos de ciudadanía, identidad y los modos de incorporación sociopolíticos de los emigrantes. Para hablar de derechos (civil, político, social) y de las obligaciones de ciudadanía implicados (Marshall, 1964), necesitamos entender los mitos fundacionales, las tradiciones inventadas (Hobsbawn, 1990), y la “comunidad imaginada” (Anderson, 1983) que los estados, elites, clases y grupos etnoraciales dominantes construyen. […] “La “nación” es frecuentemente imaginada en los centros metropolitanos como equivalente a los valores y comportamientos de las clases medias blancas, (Grosfoguel, 2007, p.10)”.
La nación valle centralista forjada desde el imaginario social costarricense, creó un desarrollo económico y social dentro de las fronteras de la conocida Gran Área Metropolitana (GAM), que es excluyente y generador de desigualdad. Las zonas rurales en su mayoría ubicadas fuera de la GAM son las regiones con mayores indicadores de pobreza y pobreza extrema, esto se debe a la falta de oportunidades de todo tipo que experimenta este sector de la población.
El desarrollo económico de estas regiones está limitado al sector agrícola principalmente, y en algunos casos al sector agrícola y al turismo con todas las problemáticas que ello conlleva[1] . Es imperativo mencionar que el desarrollo agrícola está en manos de grandes consorcios nacionales o internacionales dedicados a la producción de caña de azúcar, banano, café, piña, melón, sandía y leche principalmente, y que los pobladores locales se convierten en peones o productores a pequeña escala que sirven a las grandes corporaciones nacionales o transnacionales.
La región central presenta indicadores de pobreza por debajo de las demás regiones de planificación. El desarrollo industrial, de servicios y de tecnología se ha concentrado casi exclusivamente en la región central del país a excepción del turismo como ya se mencionó anteriormente, pero además del desarrollo económico el desarrollo social también se ha concentrado en la región central, centros hospitalarios y de salud en general, acceso a redes de comunicación y a educación se encuentra concentrado en esta región[2].
Esta coyuntura creó una serie de movimientos internos de la población desde el campo a la ciudad, en búsqueda de oportunidades laborales o de estudio que no se encontraban en su región. El siglo XX presento movimientos de las zonas rurales hacia las zonas urbanas, especialmente hacia el GAM, muchos de estos migrantes provenían de la otra Costa Rica, por lo que sufrieron racismo y xenofobia por no cumplir con los cánones de blancura imaginados por la oligarquía cafetalera, especialmente los que llegaban de la provincia de Guanacaste, que fueron etiquetado de “nicas regalados” por su acento y color de piel y los negros provenientes de la provincia de Limón.
Las causas de la migración son muchas, pero la conformación de la nación costarricense bajo el imaginario valle centralista es una de las principales. Esto porque el modelo de desarrollo se concentró casi exclusivamente en la GAM, y las oportunidades laborales fuera de esta región fueron muy pocas, exceptuando las oportunidades laborales en las plantaciones bananeras de la zona sur del país y luego de la vertiente atlántica.
Rezago económico persistente en Guanacaste: de la hacienda ganadera, al modelo de enclave turístico
La economía guanacasteca nunca ingresa de forma activa a la producción nacional. La hacienda ganadera no cumple el papel del banano mucho menos el del café, la no existencia de carreteras idóneas para desempeñar la actividad comercial a gran escala, el difícil acceso al Valle Central son causas de que la hacienda ganadera no se integró de forma real a la dinámica económica costarricense. Las rutas de comercio fueron marítimas por medio de los puertos de cabotaje hasta Puntarenas y de ahí vía terrestre hacia el resto del país por medio del ferrocarril al pacífico.
[1] Presión sobre los recursos naturales, poco desarrollo y participación en la actividad productiva de los pobladores locales, grandes consorcios internacionales que generan poca utilidad a la zona, prueba de ello son los indicadores que se muestran en el cuadro1.
[2] La educación superior pública a pesar de contar con sedes y recintos en todas las regiones de planificación cuentan con una oferta académica limitada y perteneciente principalmente al área de las Ciencias Sociales.
De manera que Guanacaste y su economía basada en la hacienda ganadera, siempre estuvo relegada a un segundo plano, del mismo modo que el sector agrícola, incipiente en la provincia a partir de su anexión a Costa Rica. Pero casi 2000 después de ese 25 de julio de 1824, ningún producto agrícola, tampoco la hacienda ganadera son parte importante de la economía nacional, algunas excepciones a la regla la constituyen el arroz y la caña de azúcar.
De manera que, las pocas oportunidades laborales y la hacienda ganadera se constituyen en factores de migración, esto porque
Las grandes extensiones de tierra en poder de unos pocos dueños y destinados a una actividad generalmente la ganadería en ciertos sectores de la provincia de Guanacaste obliga a muchos pequeños agricultores a emigrar a las zonas donde se presenta una mayor diversidad de productos o a las grandes concentraciones de tierra destinadas a una actividad en especial pero que requieren de mucha mano de obra como lo son las plantaciones bananeras y cafetaleras en el país. (Jiménez, 1956.p.45)
De manera, que el desarrollo de una pequeña burguesía en la provincia se constituyó en generador de desigualdad y enajenación. Los grandes terratenientes perpetúan las desigualdades, y se refuerza la migración como un fenómeno que alcanza magnitudes importantes, y conlleva a que por más de un siglo la provincia de Guanacaste sea la región de mayor migración interna del país.
Algunos estudios muestran la magnitud del fenómeno y presentan algunos elementos que son importantes de debatir.
Fuente: Tomado de Migración interna en Costa Rica en el período 1927-2000. (Gómez Barrantes & Madrigal Pana, 2004a, p. 27).
Desde el periodo 1968-2000, la provincia de Guanacaste presenta los mayores índices de migración, respecto a las demás provincias. Sin embargo, para el periodo 1968-1973, Alajuela y Cartago pertenecientes al GAM, presentan saldos migratorios negativos, pero en el caso específico de Cartago esos movimientos se dan dentro de la misma GAM, especialmente a San José y Heredia, y en el caso de Alajuela son las regiones más pobres y rurales ubicadas al norte de la provincia y fronterizas con Nicaragua, las que se convierten en zonas de migración especialmente a las plantaciones bananeras del Caribe.
Pero las periferias (Guanacaste y Puntarenas), exceptuando Limón presentan saldos migratorios durante todo el periodo. Esta dinámica generó una interpretación macroeconómica de lo que se considera desarrollo, y creo asimetrías sectoriales que movilizaron la población de las zonas rurales a la zona urbana, del sector primario al sector secundario y terciario donde este último tenía el protagonismo principal.
Si bien es cierto, desde la época de la posguerra ya existía la tendencia a la movilidad de personas hacia los sectores secundarios y terciarios, fue la revolución tecnológica la que terminó de acentuar la movilidad de personas hacia los centros del territorio. La provincia de Limón es una excepción, por la presencia de grandes imperios destinados a la actividad bananera que importaron mano de obra de las demás periferias principalmente, pero que poco o nulo beneficio llevaron a la región, basta con observar la pobreza y abandono en el que se encuentra la provincia.
Estos casos reflejan la funcionalidad que ha tenido el modelo de constitución de la nación para las elites gobernantes de la región. Las periferias sirven como nichos para que los grupos dominantes refuercen el poder, y estas regiones se convierten en proveedores de mano de obra barata, con escasa infraestructura y desarrollo social, excepto la que es necesaria para la burguesía dominante.
Si en el Caribe se apostó por las plantaciones de banano, desde fines del siglo XX específicamente la década de los años noventa, la economía guanacasteca “recibe la inyección necesaria para desarrollarse a través del turismo”. La inversión estatal realizada como una apuesta gubernamental a los polos de desarrollo en el Golfo de Papagayo son la punta de lanza para el tan esperado desarrollo turístico de la región.
Se puede o no estar de acuerdo con el modelo de polos de desarrollo ya que, a nivel mundial hay experiencias poco alentadoras, caso de Cancún, México, lo que sí es una realidad es que hay un antes y un después del desarrollo de Papagayo. La década de los noventa constituye un periodo donde la actividad turística se desarrolla de forma acelerada, pero carente de una verdadera planificación estatal y regional donde prevalecen intereses imperialistas.
Esta planificación debe estructurarse desde los ámbitos a) social: porque el auge de la actividad turística crea movimientos migratorios interno y externos, que conllevan nuevas subjetividades, y ejercen presión sobre otros sectores como educación, b) económico: la democracia costarricense se fundamenta en la distribución equitativa de los bienes como un imaginario social. Pero el turismo en la zona es discriminativo, ya que pocos pueden formar parte de la actividad (exceptuando ser mano de obra barata) y poca población guanacasteca es usuaria de los servicios por los altos costos, c) político: hace falta un control político sobre la actividad, construcciones en áreas no permitidas, daños ambientales a importantes ecosistemas de la región, corrupción en el otorgamiento de concesiones, son solo una pequeña muestra de lo que aquí se plantea.
De ahí que la actividad turística no logra mejorar los índices sociales y económicos de Guanacaste. La apuesta del turismo como modelo de enclave para superar el rezago económico desde hace tres décadas no cumple con las expectativas que sobre él se crearon. Los principales puestos laborales en estos hoteles no están en manos de guanacastecos, las divisas generadas por la actividad turística no se reflejan en el desarrollo de la región, por el contrario, se hace más evidente la exclusión social de la población nativa ya que en algunos lugares existen restricciones de acceso a playas, porque se consideran de uso exclusivo de las grandes cadenas hoteleras y visitantes internacionales invisibilizando la cultura y la población autóctona de por sí olvidada desde la conformación misma de la nación.
El rezago es persistente, la provincia está sumida en la pobreza con poco desarrollo en infraestructura, poca inversión estatal en industria no existe un plan de desarrollo consistente con la realidad actual (año 2020), el empleo informal crece convirtiéndose en la segunda provincia solo por debajo de San José según resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2011.
Conclusiones
El análisis mostrado y analizado en este ensayo permite ver que históricamente la visión, construcción y función del estado costarricense se han convertido en un espacio a través de siglos, de conquista, racismo y constructor de xenofobias y “Otredad. Como si The Tempest de Shakespeare estuviera todavía representada en el imaginario social del ser costarricense, mediante la supremacía de próspero sobre el salvaje americano, estereotipado de bruja, antropófago, cinocéfalo y caníbal. Esa construcción de nación costarricense ha moldeado y modificado la relación que existe entre la raza blanca y homogénea y las minorías dentro del mismo territorio que no cumplen con los cánones de “blancura” que se imaginaron los círculos de poder reinantes en el siglo XVIII.
Esa concepción de nación ha oprimido la diversidad cultural y la riqueza intercultural y multicultural de nuestra “América mestiza” de la que Costa Rica es parte. La creación de un imaginario “blanco-europeo” no nos ha permitido disfrutar de forma plena la diversidad cultural que conforma nuestra nación, son 195 años en los cuales la colonización europea ha seguido instalada, reforzada y replicada desde el imaginario costarricense.
Seguimos idealizando occidente a pesar del sometimiento al cual nos ha expuesto desde hace más de quinientos años, por eso nos sentimos como la “Suiza centroamericana”. Pero debemos reflexionar sobre como 1492 marcó un antes y un después para toda América, para decolonizar esos imaginarios que se han creado sobre el ser costarricense, y la forma como vemos al resto de Centroamérica, es momento que las minorías oprimidas adquieran verdadero protagonismo en la conformación de identidades nacionales, regionales y globales y es el estado a través de políticas públicas, educación y divulgación un ente fundamental en la reconstrucción de esos imaginarios sociales.
Esto porque 1821 ha marcado un antes y un después para muchos pueblos centroamericanos, la creación de fronteras geográficas ha dado cabida a la creación de fronteras mentales, raciales, biológicas y ha creado mitos y estereotipos sobre los “otros” y los ha vuelto invisibles, replicando precisamente el patrón colonial que tanto daño causo y sigue causando. El imaginario costarricense como un proceso colonizador, ha transgredido los derechos de muchas minorías y los ha sometido al aislamiento geográfico y mental. Esas minorías están representadas en la población indígena principalmente, rasgos característicos de mucha población centroamericana que por lo tanto ha sido discriminada históricamente, y es que más allá de Nicaragua, hondureños, salvadoreños y guatemaltecos han corrido con la misma suerte. Si la frontera geográfica fuese con cualesquiera de estos países la situación sería la misma que se presenta con los nicaragüenses porque las características sociales y étnicas de estas poblaciones son similares.
Debemos volver a Fanón con su piel negra mascaras blancas, a Du Bois, a Darío y eliminar esas desigualdades, que han creado imaginarios sociales poco realistas sobre los “otros”
Esta desigualdad de trato, esta combinación cada vez más desarrollada de menosprecio y opresión, sentimiento y acción que llamamos “racismo”, ¿era el resultado de una antipatía natural del blanco hacia el negro? Si no se puede demostrar que el racismo sea natural, será que nace de ciertas condiciones que estamos obligados a [identificar y] eliminar” Zin, (2006), citado por (Tostado, s. f., p. 1)
De manera que es imperativo revisar la verdadera esencia del ser costarricense, analizar, cuestionar y reconstruir si son necesarios los imaginarios sociales creados por los círculos de poder. Pero esa reconstrucción debe darse sin una mirada impuesta, solamente eliminando los sesgos de forma individual y colectiva que se han generado a través de los años sobre los nicaragüenses y los centroamericanos en general. Debemos eliminar los estereotipos que se han construido a través del tiempo sobre los “otros” y las máscaras con las que normalmente se han asociado para perpetuar la opresión de los dominadores “y con la que se tapa la belleza del Otro, del hombre libre que es la india, el niño o el trabajador, para que no aparezca a la visión falseada del mundo de los poderosos tratarlo como cosa y no como Otro” (Dussel, (2007), p.62). Debemos por lo tanto entender como la conformación del estado costarricense es un proceso histórico en donde el imaginario de hombre-blanco-pacifico-laborioso es el imperante aun hoy día, aunque claramente este lejos de la realidad
Hay que deconstruir esa “Otredad” como la han hecho Retamar, Cesaire, Fanón y otros latinoamericanos y caribeños que han tratado de reivindicar el ser, en lo que Martí llamó “América Mestiza”. Pero también se debe deconstruir esa “Suiza centroamericana”, ese Valle centralismo, que a lo interno de Costa Rica se ha convertido en creador de desigualdades, el costarricense es producto del mestizaje, nativo-africano, nativo-europeo, europeo-africano y no una extensión de Europa en Centroamérica como se ha vendido a lo largo de la historia y que se ha instalado en nuestro imaginario social.
Estos imaginarios según Jiménez han estado y estarán siempre presentes
en la historia social como condición de posibilidad del simbolismo y la funcionalidad de los sistemas sociales. [..]. Lo imaginario, así entendido, no es sólo una estrategia ideológica de ocultamiento de la realidad. Es una condición de posibilidad de las representaciones que las sociedades construyen para entenderse o transformarse a sí mismas (2008, p.154).
Socialmente lo que se debe de plantear es una (re) construcción de esos imaginarios sobre los otros, que tras el "descubrimiento" y la conquista de las Américas, aunado a otras situaciones como la colonialidad expuesta por Aníbal Quijano[1] y el capitalismo como sistema, “hicieron que la filosofía europea cobrara implicaciones de índole metafísica, ontológicas y epistémicas, esenciales para su desarrollo (Valdés, 2009, p. 195)”.
[1] La “colonialidad” representa una gran variedad de fenómenos que abarcan toda una serie
de fenómenos desde lo psicológico y existencial hasta lo económico y militar, y que tienen
una característica común: la determinación y dominación de uno por otro, de una cultura,
cosmovisión, filosofía, religiosidad y un modo de vivir por otros del mismo tipo. En
sentido económico y político, la “colonialidad” es el reflejo de la dominación del sector
extractivo, productivo, comercial y financiero de los estados y sectores “neo-colonizados”
(“Sur”) por parte de los países industrializados (“Norte”), lo que lleva a la dependencia y
del “desarrollo del sub-desarrollo”, la sub-alternidad y marginalidad de las “neocolonias”
frente al dominio de los imperios dominadores.(Estermann, 2014, p. 3)
Somos la “América mestiza”, pero negamos nuestros vínculos sociales con las poblaciones nativas, es mejor creernos “Suizos” que asumir que tenemos un poco de Bribríes, Cabécares, Guatusos, Chorotegas y nicaragüenses.
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